LA TEORÍA DE DARWIN.
Darwin parte de las ideas, del economista Thomas Malthus. Malthus postulaba que
la población crece en forma geométrica y se preguntaba qué sucedería con el
crecimiento de la población humana en un hábitat cerrado, como por ejemplo una
isla. La conclusión era que el crecimiento estaría limitado por la cantidad de
alimento, que crece en proporción aritmética. Si la cantidad de alimento es
restringida, debemos suponer que llegará un momento en que existirán más
animales con necesidad de alimentarse que alimento disponible.
Entonces, se
producirá una competencia entre los individuos por el alimento, y algunos
individuos resultarán vencedores y los otros morirán de hambre. De esta idea,
Darwin concluye que sobrevivirán aquellos individuos con características más
favorables, idea conocida como la "supervivencia del más apto". Sin
embargo, hay que tener en cuenta que, a menudo, se registran variaciones, hecho
que Darwin había observado en las Galápagos.
Conectando este
hecho con la idea de la supervivencia del más apto, se deduce que aquellos
individuos que poseen las características más favorables compiten en mejores
condiciones y, al cabo del tiempo, se produce la selección natural; es decir,
los más aptos ocupan todo el habitat y los menos "adaptados"
desaparecen.
Desarrollo de la teoría de la evolución
A finales del siglo XIX, el llamado
neodarvinismo primitivo, que se basa en el principio de la selección natural
como base de la evolución, encuentra en el biólogo alemán A. Weismann uno de sus
principales exponentes. Esta hipótesis admite que las variaciones sobre las que
actúa la selección se transmiten según las teorías de la herencia enunciadas
por Mendel, elemento que no pudo
ser resuelto Darwin, pues en su época aún no se conocían las ideas del
religioso austriaco.
Durante el siglo XX, desde 1930 a 1950, se
desarrolla la teoría neodarwinista moderna o teoría sintética: denominada así
porque surge a partir de la fusión de tres disciplinas diferentes: la genética, la sistemática y la
paleontología. La creación de esta corriente viene marcada por la aparición
de tres obra. La primera, relativa a los aspectos genéticos de la herencia, es Genetics
and the origin of species (1937).
Su autor, T. H. Dobzhansky, plantea que las variaciones genéticas implicadas en
la evolución son esencialmente mínimas y heredables, de acuerdo con las teorías
de Mendel.
El cambio que se introduce, y que coincide
posteriormente con las aportaciones de otras disciplinas científicas, es a
consideración de los seres vivos no como formas aisladas, sino como partícipes
de una población. Esto implica entender los cambios como frecuencia génica de
los alelos que determinan un carácter concreto. Si esta frecuencia es muy alta
en lo que se refiere a la población, esto puede suponer la creación de una
nueva especie.
Más adelante, E. Mayr desarrollará en sus obras Systematics
and the origin of the species (1942)
y Animal species evolution (1963)
dos conceptos muy importantes: por un lado, el concepto biológico de especie;
por otra parte, Mayr plantea que la variación geográfica y las condiciones
ambientales pueden llevar a la formación de nuevas especies. De este modo, se
pueden originar dos especies distintas como consecuencia del aislamiento
geográfico, o lo que es lo mismo, dando lugar, cuando intentamos el cruzamiento
de dos individuos de cada una de estas poblaciones, a un descendiente no
fértil. Atendiendo a las condiciones ambientales, en consonancia con las ideas
de Dobzhansky., la selección actuaría conservando los alelos mejor adaptados a
estas condiciones y eliminando los menos adaptados. En 1944 el paleontólogo G.
G. Simpson publica la tercera obra clave para poder comprender esta corriente
de pensamiento: en Tempo and mode in evolution establece la unión entre la
paleontología y la genética de poblaciones.
Durante la segunda mitad del siglo XX se han
planteado dos tendencias fundamentales, la denominada innovadora y el
darvinismo conservador. La primera de ellas, cuyo máximo exponente es M.
Kimura, propone una teoría llamada neutralista, que resta importancia al papel
de la selección natural en la evolución, dejando paso al azar. Por su parte, el
neodarvinismo conservador, representado por E. O. Wilson, R. Dawkins y R. L
Trivers, queda sustentada en el concepto de «gen egoísta»; según esta
hipótesis, todo ocurre en la evolución como si cada gen tuviera por finalidad
propagarse en la población. Por tanto, la competición no se produce entre
individuos, sino entre los aletos rivales. Así, los animales y las plantas
serían simplemente estrategias de supervivencia para los genes.
Pruebas de la evolución
Son pruebas basadas en criterios de morfología
y anatomía comparada. Los conceptos de homología y analogía adquieren especial
relevancia para la comprensión de las pruebas anatómicas. Se entiende por
estructuras homólogas aquellas que tienen un origen común pero no cumplen
necesariamente una misma función; por el contrario, las estructuras que pueden
cumplir una misión similar pero poseen origen diferente, serían análogas. De
esta manera, las alas de los insectos y las aves serían estructuras análogas,
mientras que las extremidades anteriores de los mamíferos, que presentan un
mismo origen pero que llevan a cabo funciones diversas —locomotora, natatoria,
etc.—, constituirían estructuras homólogas.
En relación a las pruebas embriológicas, hay
que distinguir entre ontogenia —las distintas fases del desarrollo embrionario—
y filogenia, concepto que hace referencia a las distintas formas evolutivas por
las que han pasado los antecesores de un individuo, es decir, su desarrollo
evolutivo. En los vertebrados, cuanto más cerca de la fase inicial se sitúan
los embriones, más parecidos son; posteriormente, se van diferenciando
progresivamente cuanto más cerca de la fase de adulto terminal se encuentran.
Otra de las pruebas clásicas es el estudio de
los fósiles. El análisis de los distintos estratos geológicos demuestra la
presencia de fósiles de invertebrados en los más antiguos; gradualmente, van
apareciendo en los más recientes peces primitivos, y, finalmente, los fósiles
correspondientes a los mamíferos y las aves.
EVIDENCIAS
SOBRE ESTA TEORÍA:
En El origen de las
especies, Darwin decía: "No vemos ninguno de estos lentos cambios en el
momento en que ocurren sino hasta que el transcurso del tiempo los ha
marcado".
Muchas personas, tal
como lo pensaba Darwin, suponen que todo ocurrió en un pasado distante, Los
biólogos actuales, por su parte, sostienen que la evolución no solo es un
fenómeno del pasado, sino que continúa hoy en día. Así, pueden citarse ejemplos
del proceso evolutivo llevado a cabo en tiempos coitos, como los originados por
la fuerte intervención producida por el hombre sobre el ambiente durante los
siglos XIX y XX.
Uno de los ejemplos
más conocidos es el de la polilla
del abedul, cuyo nombre científico es Biston
betularía. Los bosques británicos, cuyos árboles en general están cubiertos
de líquenes de color claro, son el habitat natural de estas polillas de hábitos
nocturnos. Antes de la Revolución Industrial (mitad del siglo XIX), la mayor
parte de la población de polillas era de color claro, con algunas motas
oscuras. Debido a que las polillas descansaban durante el día sobre los troncos
de los árboles, no eran vistas por las aves depredadoras. Sin embargo, entre la
población de polillas, se podían encontrar algunos individuos mutantes de Color
oscuro, que eran fácilmente detectados y devorados por las aves.
Durante la
Revolución Industrial, la floreciente industria británica comenzó a quemar
grandes cantidades de carbón como combustible. Debido a la falta de control de
la contaminación, el hollín se diseminó por los bosques, lo que provocó la
muerte de los líquenes claros. De este modo, solo quedaron a la vista los
troncos de los árboles, que se ennegrecieron por la contaminación.
La polilla de color
claro contrastaba con el color oscuro de los troncos y era fácilmente detectada
por los depredadores, pero no así la oscura: estas últimas, que hasta ese
momento habían sido escasas, sobrevivían y se reproducían, y pasaban esta
característica a sus descendientes. Hacia el final del siglo XIX, el 98 % de
las polillas en los alrededores de la ciudad de Manchester eran de color
oscuro. Esta tendencia de las variedades de color oscuro de reemplazar a las de
color claro es conocida como melanismo industrial. Pero es importante recordar
que la coloración negra de las polillas no fue producida por la contaminación:
la selección natural "trabaja" sobre variaciones que ya existen en
las poblaciones. Las medidas adoptadas en la última mitad del siglo XX para el
control de la contaminación han revertido esta situación, y en las poblaciones
de Biston betularía de las islas británicas, los individuos de color claro han
vuelto a ser mayoría.
Existen otros
ejemplos que ponen de manifiesto en tiempos cortos el proceso evolutivo, tales
como la resistencia de algunos insectos a los insecticidas o la resistencia de
las bacterias a algunos antibióticos.
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